Actualmente, mucha gente habla de la relación entre las emociones y el estado de salud corporal. Escucho muchas veces en consulta frases como: “llevo dos semanas muy estresado/a y cuando me pasa esto se me bloquea el cuello” o “en épocas estresantes adelgazo enseguida” o “he tenido un problema familiar y desde entonces tengo muchos dolores”. Mucha gente siente e intuye que su estado interior influye en su estado físico pero, ¿cómo funciona esto?.
Para empezar hablaré del famoso estrés y sus consecuencias a nivel corporal. En el cuerpo, además del cerebro y la médula espinal (que, a grandes rasgos, controlan las funciones voluntarias del cuerpo como: caminar, leer, hablar, etc), tenemos el llamado sistema nervioso autónomo, que se encarga de regular la actividad involuntaria del cuerpo, como la respiración, los latidos del corazón, la digestión y el flujo sanguíneo. Este sistema nervioso es muy primitivo y sensible a los cambios que pueda haber en el entorno y, además, se divide en dos partes:
- El sistema nervioso simpático: responsable de regular las respuestas involuntarias de activación del cuerpo cuando éste se ve amenazado por algún peligro. Principalmente, retira la mayor parte de la sangre de los órganos para llevarla a las extremidades y los pulmones para prepararnos ante una posible huida o enfrentamiento en relación a un peligro.
- El sistema nervioso parasimpático: devuelve el cuerpo al estado de equilibrio una vez se considera que el peligro ha pasado.
Como he dicho antes, el sistema nervioso autónomo es muy sensible y puede activarse, por ejemplo, si llegamos tarde a algún sitio importante, si algún familiar enferma, si se nos acumula el trabajo y, en general, si estamos preocupados por alguna situación presente o futura. El problema que tenemos hoy en día es que vivimos la mayor parte del tiempo con alguna preocupación y con ritmos de vida muy rápidos, lo que hace que nuestro sistema nervioso simpático esté siempre activo y que nuestro cuerpo la mayor parte del tiempo esté preparado para una huida o la lucha, sin poder volver al reposo. Como este estado de estrés muchas veces es crónico, quizás en el día a día no notamos la excitación que nos produciría vernos delante de un león que nos va a comer, pero nuestros órganos internos sí sufren esta alteración y pueden producirse trastornos de la digestión, del corazón, problemas con la tensión arterial, mareos, etc. Todos estos trastornos tienen, a su vez, consecuencias a nivel muscular y de todas las estructuras que rodean a los órganos afectados.
Por otra parte, existe también una influencia de la gestión emocional a nivel corporal. Vivimos en una sociedad en la que muchas veces no hay lugar para expresar lo que nos está pasando y muchas/os desde pequeños aprendemos a contener las emociones incluso en nuestro entorno íntimo. Considerando las principales emociones como alegría, tristeza, rabia y miedo, podemos decir que, excepto la alegría (aunque esta también a veces es suprimida) la gran mayoría de la gente se cuida mucho de dejar salir fuera cualquier muestra emocional considerada “negativa”.
Y, ¿qué pasa cuando contengo una emoción? Entre otras cosas, para contener una emoción y no expresarla hacen falta contracciones musculares como son, por ejemplo, las que hacemos al tragar involuntariamente si contenemos el llanto, la contracción del diafragma y de la pared abdominal al dejar de respirar (muchas veces dejamos de respirar unos segundos para “no sentir” algo), contracción de los músculos de la mandíbula y de los puños si estoy enfadado/a y no lo digo, etc. Estas contracciones musculares inconscientes mantenidas en el cuerpo durante un tiempo pueden ser una de las consecuencias de acumular contracturas que nos produzcan dolores. Por eso, también es normal que después de darnos un masaje o un tratamiento de fisioterapia u osteopatía, podamos sentirnos más vulnerables, tener ganas de llorar o estar más en contacto con alguna de la emociones reprimidas. Quitando las tensiones musculares que bloquean estas emociones, puede ser que salgan a flote.
Por todo esto, además de tratarnos el cuerpo con nuestra/o osteópata o fisioterapeuta, es interesante empezar a fijarnos en nuestro día a día en relación a este estado de alerta y a la gestión de nuestras emociones: ¿tengo siempre prisa?, ¿me preocupo por cualquier cosa?, cuando me enfado con alguien, ¿cómo reacciona mi cuerpo?, ¿dejo de respirar unos segundos si contengo las ganas de llorar? Y así un largo etcétera de cosas que otros profesionales cualificados (como psicólogos, terapeutas, etc) pueden ayudarnos a gestionar para poder empezar a desbloquear estos sistemas que tanto nos afectan interior y exteriormente.
Nuria Rubí Cisneros
Fisioterapeutas número de colegiada 1242 (Illes Balears)
Clínica Corpore (www.corporeibiza.com)
Imagen de portada: https://medium.com/@espac_epilepsia/relajar-la-actividad-cerebral-es-importante-c4cee066d610